Desde el Acuerdo "RED LINE" de 1928 entre las grandes petroleras británica, francesa y de EEUU para dividir las riquezas petroleras del Oriente Medio después de la Primera Guerra Mundial, el petróleo o, más precisamente, el control del petróleo ha constituido la delgada línea roja de la geopolítica moderna. Durante la época soviética, las exportaciones rusas de petróleo tenían como objetivo principal maximizar los ingresos monetarios en dólares en cualquier mercado posible. Hoy, con las ridículas sanciones de EE. UU. y la UE sobre Rusia y las guerras instigadas por Washington en Oriente Medio, Rusia está desarrollando un nuevo marco estratégico para su geopolítica petrolera.
Se ha hablado mucho de cómo Rusia, bajo la era Putin, ha utilizado su papel de líder como proveedor de gas natural como parte vital de su diplomacia geopolítica. Los gasoductos Nord Stream y, próximamente, Nord Stream II directamente desde Rusia bajo el mar, pasando por los campos de minas políticos de la OTAN de Ucrania y Polonia, tienen el beneficio positivo de crear un grupo de presión industrial en la UE. Especialmente en Alemania, que lo pensaría dos veces sobre las provocaciones ruso-fóbicas más lunáticas de Washington. De forma similar, la corriente turca que ofrece a Europa Sudoriental una perspectiva segura del gas natural ruso para la industria y la calefacción independiente de Ucrania es positiva tanto para los Balcanes como para Rusia. Ahora está emergiendo un nuevo elemento en la estrategia de las grandes petroleras estatales rusas para desarrollar una nueva estrategia geopolítica utilizando compañías petroleras extranjeras y petroleras rusas.
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Fuente: NEO