Por Alfredo Jalife para la Jornada. 28/9/2017.
La trascendental elección en Alemania –principal superpotencia geoeconómica de la Unión Europea (UE), a la par del PIB de Rusia que en cualquier momento la puede rebasar con el incremento del precio de los hidrocarburos y su divisa, el rublo– refleja el fracking geopolítico y económico de un continente que se encuentra en ascuas debido al ataque furtivo que le propina EU con el fin de impedir su acercamiento a Rusia y China y que es simultáneamente desestabilizado por el mega-especulador George Soros, según graves acusaciones del primer ministro derechista de Hungría, Viktor Orbán, quien lo inculpa de propiciar el masivo flujo de migrantes con el fin de islamizar a la UE (https://goo.gl/1Bx6M2).
Emerge trumpismo en Alemania: nacionalismo económico "populista"
La verdadera noticia no es que haya irrumpido como tercera fuerza en el fracturado espectro político el reciente partido Alternative Fuer Deutschland, Alternativa para Alemania (AfC), sino que se posicionó como segunda fuerza en Alemania del Este, donde habitó es oriunda la canciller Angela Merkel quien ya empieza a vivir su hora de declive.
Otra lectura en común de varias elecciones en la UE es que las izquierdas travestis –tildadas de social-demócratas, como el Partido Socialdemócrata de Alemania (SDP) alemán y el Partido Socialista francés, se desvanecen debido a su concupiscencia incestuosa con el repudiado neoliberalismo global–, mientras las izquierdas verdaderas, tipo Jeremy Corbyn en Gran Bretaña y Jean-Luc Mélenchon en Francia, descuelgan suculentos porcentajes en las urnas.
Queda claro que, al menos en la UE, asciende el nacionalismo económico populista, como el Brexit y el AfD en Alemania –sin contar el Frente Nacional de Marine Le Pen en Francia, no se diga su equivalente trumpiano en EU.
Si el AfD obtuvo el impresionante 12.6 por ciento del voto total en su primer ensayo electoral, con 94 diputados en el Bundestag (Cámara baja del Parlamento alemán), descolgó un todavía más impactante 22 por ciento en su parte oriental.
Sin duda el factor xenofóbico antimigrante (un millón de refugiados) jugó un papel decisivo, pero no fue el único cuando el liderazgo alemán empieza a ser cuestionado primordialmente en Polonia (¿azuzado por EU?) debido al nuevo eje Berlín/París.
En la excomunista Alemania oriental, el triunfo del AfD exhibió las condiciones paupérrimas y las fracturas sociales, donde el desempeño del SPD –Partido Social-Demócrata, similar al bélico simulador blairismo del Partido Laborista de Gran Bretaña– es cataclísmico: cuarto lugar, detrás del partido Linke (16.5 por ciento), más cargado a la izquierda histórica, no muy lejano del desempeño electoral de los Verdes.
La globalización financierista se está quedando sin un centro de gravedad: desde Wall Street (por el trumpismo soberanista), pasando por la City (por el Brexit) y ahora la plaza financiera de Frankfurt (por el ascenso de la AfD), y sucumbe ante el irresistible ascenso geoeconómico de China y su versión más incluyente y armónica de globalización económica, en la etapa del mandarín Xi –a diferenciar de la globalización financierista israelí-anglosajona.
¿Quién encabezará de ahora en adelante el liderazgo en el fracturado “Occidente (Whatever that means)” a los dos lados del Atlántico Norte cuando los acongojados ciudadanos obligan a un repliegue interno, para resolver sus apremiantes necesidades domésticas, en EU (por el trumpismo), en Gran Bretaña (por el Brexit) y ahora en Alemania (por el AfD)?
Por la naturaleza de las cosas, como hubieran proferido los clásicos helénicos, Occidente se encuentra acéfalo y tiende cada vez más a su interiorización introspectiva, en alternativa real de sus estériles aventuras militares que no le dan de comer a la mayoría de sus habitantes y sólo benefician a su parasitaria plutocracia bancaria.
Inclusive el joven maravilla ex banquero de los Rothschild, Emmanuel Macron, no sólo se ha desplomado en su aceptación ciudadana, sino que las recientes elecciones en el Senado exhibieron la fragilidad de su flamante coalición en búsqueda del tiempo perdido, como hubiera proferido el escritor Marcel Proust.
Por demás interesante sea que el gran perdedor político en la elección alemana haya sido, más que la canciller desangelada Merkel (vapuleada en el terruño oriental), el propio presidente galo Macron y su famoso proyecto de reforma neoliberal paneuropea que se queda estancado por la incierta coyuntura.
Brian Caplen, del portal The Banker, para no decir The Bankster,aduce que la elección alemana aniquiló la reforma de la eurozona, y puso hielo a los proyectos de reforma financierista del ex banquero Macron (https://goo.gl/BbZkkZ).
Dicho en otros términos, la eurozona –de sólo 19 países de los 27 que quedan en la UE después del Brexit, lo que denota su fracking financierista– seguirá al borde del precipicio con varias crisis financieras en el horizonte y sus elevadas proporciones de deuda soberana en los despreciados “PIGS (Ambrose Evans-Pritchard dixit)”: Portugal, Italia, Grecia y España, y la misma Francia.
Lo real es que la globalización financierista propulsó a la cúspide del Olimpo a los depredadores banqueros y convirtió a los políticos en unos vulgares pigmeos manipulables por su concupiscencia.
No es lo mismo el gigantismo político de Konrad Adenauer (después de la Segunda Guerra Mundial) y de Helmut Kohl (en la postguerra fría y quien reunificó en forma talentosa a Alemania), del lado del Partido Demócrata Cristiano, que Angela Merkel, más consagrada al control de daños y caños.
Tampoco son comparables los inconmensurables Willy Brandt y Helmut Schmidt del PSD, con la inane mediocridad del enano político Martin Schulz. Las falsas siglas ya no salvan a los políticos.
El problema hoy es la infinita mediocridad de los políticos cuando los banqueros globales ya no saben qué hacer ante el repudio global de los feos y “deplorables (Hillary dixit)” populistas, y quienes se empecinan en aplicar las mismas medidas erróneas.
Cada vez que los depredadores globalistas usan el término populismo, lo entiendo menos. Recuerdo la discrepancia antagónica entre la semántica de Obama quien se dijo populista y Peña quien la fustiga cuando su partido ha sido la quinta esencia del populismo mexicano. Prefiero confinarme al término de soberanista, pero con vocación universal, en lugar de ser un globalista apátrida.
Ayer solamente el Financial Times,portavoz de los banqueros esclavistas Rothschild, daba cuenta de un estrujante deterioro de la desigualdad en EU con 50 millones de miserables (https://goo.gl/hrkQeN), de sus 326 millones, la mayor parte votantes de Trump.
Debido a la grave crisis cosmogónica y civilizatoria –geopolítica/geoeconómica/geofinanciera–, los pusilánimes e inanes partidos centristas se extinguen en un mundo cada vez más fracturado, mientras se polarizan los extremos tanto de los términos semánticos rebasados de derecha e izquierda que reflejan más bien los caducos órdenes mundiales de finales del siglo XIX, de casi todo el siglo XX, y que agonizan a inicios del siglo XXI cuando es mucho mejor emplear los términos más realistas de globalistas frente a nacionalistas, donde, en ambos lados de sus polos, se congregan tanto la derecha y la izquierda decimonónicas.
Este artículo fue publicado en La jornada
Fuente: TeleSur