Por Wayne MADSEN para Strategic Culture. 30/8/2017
En 1964, la Organización de la Unidad Africana (OUA), precursora de la actual Unión Africana, declaró en su cumbre de El Cairo que las fronteras coloniales no se alterarían para reflejar las realidades sobre el terreno en relación con la etnia, el idioma y/o la religión. Con poco debate, la OUA declaró que las fronteras coloniales de África, acordadas en lugares lejanos como Berlín, París, Londres e incluso la remota isla de Heligoland, servirían como fronteras internacionales poscoloniales reconocidas por las Naciones Unidas y los principios del derecho internacional. Los nuevos estados sólo podrían ser esculpidos de viejas entidades coloniales si los gobiernos postcoloniales lo aprueban. Tal aprobación no vendría sin una larga y prolongada lucha armada.
Después de largos períodos de lucha por su independencia de los imperios coloniales, algunos estados africanos recientemente independizados asumieron el mantra del neo-colonialismo al negar a los grupos étnicos aspirantes su propia condición de estado.
Tal vez el ejemplo más flagrante de una nación aspirante a la que se le ha negado su legítimo estatus por dictados de la Unión Africana y de potencias exteriores en Washington, Londres, París y Berlín es la República de Somalilandia en el "Cuerno de África". Poco después de lograr la independencia de Gran Bretaña en 1960 como Estado de Somalilandia, la nación formó lo que sería una unión disfuncional con la República de Somalia, que antes era la colonia de Somalilandia italiana.
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Fuente: Strategic Culture