Cuando las potencias árabes del Golfo anunciaron el 5 de junio que estaban rompiendo relaciones diplomáticas con Qatar por sus vínculos con los terroristas, el mensaje era claro: estar en línea con las políticas regionales o pagar el precio. Casi una semana después, Qatar no tiene prisa en cumplir. Y es la incoherencia de la política exterior del presidente estadounidense, Donald Trump, que está perpetuando la brecha.
Manchando a Qatar como un paria regional es poco probable que cambie su cálculo, por dos razones. Para empezar, el país es simplemente demasiado rico para ser empujado fácilmente. La abundante oferta de gas natural de Qatar se traduce en el mayor ingreso per cápita del mundo. Incluso con las prohibiciones de comercio y viajes impuestas por Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos (Emiratos Árabes Unidos), Bahrein y Egipto, la economía de Qatar no sufrirá significativamente.
La segunda razón por la que Qatar puede permitirse esperar a sus vecinos es su importancia estratégica para los Estados Unidos. Al hospedar la Base Aérea de al-Udeid, que sirve como base de operaciones avanzada de Estados Unidos en su lucha contra el Estado Islámico (ISIS), Qatar ha equilibrado astutamente sus lazos con extremistas islámicos con una fuerte relación con los Estados Unidos.
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Fuente: Strategic Culture
