Implicándose en el 'gran juego' en Siria, Rusia se enfrenta a un terrorismo de nuevo tipo representado por el Estado Islámico (EI), apunta el politólogo Fiódor Lukiánov en un artículo publicado en Rossiyskaya Gazeta.
Los islamistas encabezados por Al Baghdadi ejercen de ariete que está destruyendo todo el entramado de Oriente Medio para rediseñarlo en plano ideológico, político e institucional, señala el articulista.
Mientras Occidente aplica al EI su habitual óptica de lucha antiterrorista, Rusia se decanta por acciones más propias de una guerra entre Estados. También las perspectivas de Siria son vistas de forma diferente por Moscú y las capitales occidentales.
Obsesionado con Bashar Asad, Occidente parte de que la cuestión clave es la figura del futuro gobernante; de ahí, su atención prioritaria al relanzamiento del proceso de Ginebra y a las negociaciones de grupos opositores sobre el reparto de poderes.
Rusia, a pesar de que ha apoyado el proceso negociador, parece haber llegado a la conclusión de que existe un problema más apremiante. La fragmentación de Siria en zonas de control (o incontroladas) ya es un hecho, por lo que cuesta trabajo imaginar el restablecimiento del antiguo Estado. Más bien la interrogante ahora es dónde será posible afianzarse para frenar el avance del EI.
El Gobierno de Asad y la oposición se aferran a sus respectivas posturas, así que cualquier intento de forzarles a cooperar significaría abocar tal coalición al fracaso con un resultado imaginable, la instauración del EI en Damasco.
Lukiánov considera que Rusia corre el riesgo empezando una campaña contra el EI e involucrándose en las intrigas de Oriente Medio. Aparte de las pérdidas económicas y humanas, nada le garantiza el éxito, máxime que la situación sobre el terreno es muy enrevesada: todos pelean contra todos y se dan golpes a traición.
Aun así, la decisión de asumir mayor protagonismo en el conflicto de Siria es acorde a la línea que Rusia ha estado aplicando hasta ahora. No es la crítica desde fuera sino la acción lo que suele apreciarse y aportar puntos en la política mundial. Un revés es posible, pero no hay gran juego sin riesgo, concluye el articulista.
Fuente: Rossiyskaya Gazeta. Sputnik