Por Fabrizio Lorusso para Rebelión
Desde el 24 de julio Turquía ha estado lanzando ataques aéreos en
territorio iraquí, pero el gobierno del presidente Recep Erdogan ya no
está combatiendo solamente al llamado “Estado Islámico” (ISIS), sino
que, de paso, ordena bombardear los campos de los rebeldes
independentistas kurdos en el norte de Irak.
Es la primera vez
que eso ocurre en 4 años y desde cuando, hace 2 años, se estableció un
cese al fuego entre el Estado turco y el Partido de los Trabajadores de
Kurdistán (PKK). La lucha a la “amenaza terrorista” utiliza, entonces,
una doble hacha, justificada por la “emergencia” del califato del ISIS y
la necesidad de respuestas inmediatas contra el enemigo yidahista
islámico radical y, asimismo, contra el antiguo enemigo interno
separatista.
Se ha lanzado un plan “anti-terrorismo” sin
precedentes que golpea a los dos grupos pero no por igual: el ISIS ha
sido atacado solamente en las primeras horas del operativo turco, el 24 y
25 de julio, mientras que las ciudades de Qandil, Avashin y Basya en el
norte de Iraq y Sirnak en Turquía siguen siendo objeto de los raides de
los F16 contra las estructuras del PKK, cuyo líder, Abdullah Ocalan, se
encuentra preso en un cárcel de máxima seguridad.
Por lo
tanto, la tregua con el PKK ha sido interrumpida, debilitando un proceso
de paz comenzado en 2012, dentro de un conflicto que ha hecho más de
40.000 muertos en más de 30 años. Según refirió el Primer Ministro turco
Ahmer Davutoglu, los ataques se dirigieron contra “hangares, escondites
y estructuras logísticas llenas de municiones” sobre los montes Qandil,
donde está la alta comandancia del PKK que, en seguida, dio por
terminada la tregua frente a la agresión y tras “el fin de las
condiciones que la mantenían”, según el comunicado del brazo militar del
partido.
En una semana de operaciones represivas, se reportan
unas 1300 detenciones, en su mayoría de militantes kurdos y de izquierda
en Turquía, ya que de todos los arrestados sólo el 10% está bajo
sospecha de cercanía con el Estado Islámico. 96 páginas web, en su
mayoría de orientación izquierdista, han sido bloqueadas por el
gobierno, y se cuentan al menos 190 muertos por los bombardeos turcos en
el norte iraquí. Erdogan ha pedido que se quite el fuero a los
congresistas del Partido Democrático de los Pueblos (HDP), que comparte
raíces ideológicas y bases electorales con el PKK, para que paguen el
precio “de sus nexos con grupos terroristas”. Este partido de izquierda y
pro-kurdo aumentó su presencia en las elecciones del junio pasado, ya
que obtuvo el 13% de los votos, o sea 80 escaños sobre un total de 500
en el congreso, mientras que el AKP de Erdogan perdió la mayoría
absoluta después de 13 años de hegemonía parlamentaría.
Pocas
horas después de los primeros ataques aéreos, quince empleados de una
central eléctrica turca de Sirnak, en el Sureste, fueron secuestrados
por militantes del PKK. Como respuesta a los ataques gobernativos, los
rebeldes también detuvieron a un policía turco, mataron a un alto
oficial, hirieron a dos soldados y realizaron ataques armados contra
instalaciones militares y de policía.
Los guerrilleros
definieron los bombardeos como el “error militar y político más grave”
cometido por el presidente turco y su Partido de la Justicia y el
Desarrollo (AKP). La iniciativa militar fue condenada también por las
autoridades del Kurdistán iraquí y el presidente kurdo Massud Barzani
expresó su “desaprobación” y denunció el “nivel de peligro de la
situación” para que se termine la escalada de violencia. En cambio, Ban
Ki-Moon, secretario general de la ONU, ha definido los ataques de Ankara
como “legítima defensa”.
Estas incursiones contra el PKK se
perpetraron en conjunto con las operaciones contra los yihadistas del
ISIS, quienes el 20 de julio consumaron un grave atentado en la ciudad
turca de Suruc, cerca de la frontera meridional con Siria, matando a 32
jóvenes activistas socialistas que querían partir para Kobane, centro y
símbolo del Kurdistán sirio (Rojava) liberado de la ocupación del
califato, como voluntarios para construir una biblioteca y un parque. A
matarlos fue una chica como ellos, quien se infiltró cargada de
explosivos y se martirizó para desatar la carnicería.
Básicamente Erdogan está utilizando el pretexto del combate al ISIS y el
atentado de Suruc para atacar tanto al Estado Islámico, con el
beneplácito de Estados Unidos, cuanto a las bases de los militantes
kurdos. El gobierno turco concedió que militares estadounidenses y de la
coalición internacional utilicen bases militares en el sur del país, en
el Kurdistán turco, para las operaciones anti-ISIS.
En Kobane y
en la región de Rojava o Kurdistán sirio, los kurdos han constituido
una república democrática, una experiencia política novedosa y
libertaria que ha sido comparada con el neozapatismo y las experiencias
autonomistas. Han avanzado sobre el ISIS de manera eficaz, pese a haber
sufrido decenas de atentados suicidas como el de Kobane del 25 de junio,
que hizo decenas de víctimas civiles y anticipó un día los ataques
simultáneos de los islamistas en Francia, Tunisia, Somalia y Kuwait. Son
los solos grupos que han combatido en el campo de batalla liberando
ciudades y territorios. Los éxitos de los kurdos YPJ/YPG (Unidades de
Defensa del Pueblo/de las Mujeres) contra el califato son evidentes,
pero una región autónoma kurda en Siria es una gran preocupación para
Erdogan.
Por lo tanto, el gobierno de Turquía, país miembro de
la OTAN y aliado de EUA, se presenta como una fuerza anti-ISIS, pero
permitió el tránsito de milicianos del califato en su territorio y ataca
frontalmente a los que luchan contra los yidahistas. En Turquía las
manifestaciones de solidaridad para las víctimas de Suruc, que también
se organizaron en otras ciudades europeas, han sido reprimidas por la
policía y el ejército.
Por el momento los otros países de la
Alianza Atlántica (OTAN) no van a intervenir militarmente en este
conflicto a lado de Erdogan, pero, de acuerdo con Estados Unidos y
Turquía, avalaron la creación de una zona de seguridad (safe-zone)
en el norte de Siria. Se trata de una franja de 90 km, que incluye la
región de Rojava, bajo control turco-estadounidense: oficialmente apunta
a proteger la frontera con Turquía y a recibir a los refugiados de la
guerra civil en ese país, pero en realidad puede ser “un intento de
Ankara para parar la formación de un estado kurdo en Rojava”, según el
líder del HDP Salahettin Demirtas, o bien una estrategia para fragmentar
los territorios en manos kurdas. El peligro sería la constitución de un
estado kurdo que una al Kurdistán irakí y al sirio, amenazando también
de incluir la minoría kurda de Turquía y el sur de ese país en una nueva
entidad. Por eso recrudece la hostilidad del ejecutivo de Erdogan
contra los partidos y los militantes kurdos en su país, en Siria y en
Iraq.
Además, el 30 de julio la procura de Diyarbakir comenzó
una investigación sobre los dirigentes del HDP Selahattin Demirtas y
Figen Yüksekdağ acusándolos de “armar y provocar a una parte de la
población contra otra”, y Demirtas también es acusado de turbar el orden
público e incitar a la violencia por un mitín del 6 de octubre del 2014
en el cual se exhortó a los simpatizantes del partido a salir a las
calles para protestar contra las políticas del gobierno en apoyo al
estado islámico. La procura de Urfa, además, acusa a Yüksekdağ de
“difusión de propaganda de una organización terrorista” porque declaró
que “nosotros apoyamos a YPG, YPJ y PYD” (el partido kurdo siriano).
Los kurdos piden a la comunidad internacional una condena de las
acciones del gobierno turco, la cual, sin embargo, tarda en llegar. En
cambio, Erdogan propone la construcción de un muro en la frontera
turco-siriana que aislaría aún más la Rojava, baluarte de resistencia
kurda contra el ISIS. La escalada belicista en la región propicia,
además, un negocio redundo: China está entre los tres principales socios
comerciales de Turquía, junto a Rusia y Alemania, y Erdogan acaba de
viajar a Beijín para negociar la adquisición de un nuevo sistema de
misiles defensivos de producción china.
Fuente: Rebelión